Que inocente parecía la mirada de los más pequeños, pero
todos sabíamos que en un par de años todo cambiaría. Se convertiría, al igual
que sus semejantes, en una auténtica máquina de matar. Habíamos matado algunos
de ellos, por hambre o bien por tratar de defender nuestro hogar...y ellos ahora,
a mi madre. En ese momento no era más que un pobre ser abandonado a mi suerte
ante aquellas bestias que solo querían acabar con mi vida, saciar su sed de
querer ser el mejor del grupo....pero no me rendiría tan facilmente, aproveché
que se habían distraído con un ruido no muy lejano, y me escapé. Corrí cuanto
mis extremidades me lo permitieron, a pesar del hambre que acechaba cada rincón
de mi estómago. Pero la rabia que sentía en mi interior por aquellas fieras
amainaba todo cuanto sucedía en mi cuerpo y lo sustituía por un mar de venganza
en el que el viento empezaba a soplar salvajemente... Me detuve en un claro, me
escondí entre la hierba y esperé. Al cabo de un rato oí pasos, y los vi pasar.
Si. Los vi pasar por mi lado, con su rara forma de andar sobre dos patas, el cuerpo
desnudo y sin pelo... humanos. Bestias y fieras que mataban a los míos por
placer. Y yo, huérfano y abandonado a mi suerte con apenas unas lunas
de vida... sin ánimos de sobrevivir en la intemperie de mi tierra.
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Foto y texto originales de Caroline A.N.
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