Las cosas habían cambiado desde
que había encontrado un trabajo. Era lo que más deseaba y, al fin y al cabo, yo
quería lo mejor para él... pero no tenía ni idea de que las cosas fuesen a
cambiar tanto entre nosotros. Bajar a dar una vuelta, ir de paseo por el centro
cuando está lleno de gente... mil y una cosas que ya no hacíamos. De puro
milagro íbamos a dar una vuelta a la manzana y aun así, en pleno silencio y
teniendo la sensación de que para él era un suplicio.
Me hice a la idea de que Adán ya
no volvería a ser el mismo aquella tarde cuando regresó algo malhumorado. Era
raro verle enfadado pero, por lo visto, no imposible. Iba quejándose por lo
bajo de algo acerca de un aumento y de un jefe tacaño cuando me acerqué a él para
intentar calmarle y, sin darme ni siquiera tiempo a reaccionar, Adán me pegó
con el cinturón del pantalón que se acababa de quitar. Se refirió a mí por
primera vez desde que estábamos juntos como “la pesada”...
Corrí hasta la sala de estar con
un fuerte dolor en la oreja. Me senté en un rincón y traté de hacerme invisible
para no molestar. No sabría decir cuanto tiempo pasé en la salita, pero a mí se
me hizo eterno. De pronto lo oí acercarse, volvía, y no sabía muy bien si
seguía de malhumor o si ya me podía acercar. Se asomó a la puerta y me dijo que
me traía un poco de agua y algo de comer.
Yo seguía muerta de miedo así que
Adán, dándose cuenta de que yo no reaccionaba, se sentó a mi lado y me acarició
la oreja. Fue en ese momento cuando lo reconocí. Adán se disculpo dándome un
achuchón y me prometió no volver a pegarme nunca porque yo
era su Linda, su compañera de cuarto, mascota y mejor amiga desde siempre.
Foto y texto originales de Caroline A.N.
2 Comentarios
que bonita!
ResponderEliminarGracias de nuevo!
ResponderEliminar